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a Five Card Flickr story by Maria Pazos created Dec 19 2012, 04:19:29 pm. Create a new one!
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Era el día de mi cumpleaños; un día especial para mí.
Me levanté temprano como de costumbre pero con la esperanza de que alguien se acordara del día que era. Como podía imaginar la casa estaba vacía; mi padre se debía estar divirtiendo y haciendo ilusiones con su "hobbie" de hacer fotos a casas antiguas i publicarlas en un blog que creó exclusivamente. Creía que de esto podía vivir, y mi madre más de lo mismo, nunca se sabía dónde estaban y era difícil localizarlos; casi siempre llevaban el móvil apagado. Me dejaban sola en casa cómo un pájaro deja su nido. A veces me preguntaba por qué habían tenido una hija si no la cuidaban como debieran y no le daban el cariño que necesita.
En fin, ya veis como era mi vida entonces, llena de soledad y aburrida, se podría decir que sin padres y pocos amigos ya que vivía en una casa alejada de cualquier pueblo o ciudad y tenía un profesor particular cosa que significaba que no veía a nadie en toda la semana. Sólo a mis padres, si es que los veía.
La amiga y compañera más fiel (o la única) que se podía decir que de verdad tenía y en quien podía confiar era mi yegua, mi querida yegua que me habían regalado mis padres (cosa rara) el día de mi comunión.
Así que ese día, como otros tantos, me fui a pasear con mi yegua por los alrededores de la finca aunque no era el mejor que podría haber escogido. El cielo estaba brumoso y ya empezaba a hacer un poco de fresquillo. Se notaba que se acercaba el invierno. Nos dirigíamos a hacer la misma ruta de siempre y volver a casa pero de golpe Saltarina cambió de dirección. Yo me asusté, no le había dado ninguna orden y no solía hacer cosas raras de este tipo, ni tampoco nunca me desobedecía. No me quedo otra que ir con ella, asustada, pero intentando sacar la valentía de algún lugar; en ella podía confiar.
Allí se plantó, delante de un niño pequeño que lloraba desesperadamente. Me quedé en estado de “shock”. Todo había sucedido muy rápido. ¿Cómo había oído la yegua el ruido? Sabía que los animales eran listos, pero que tuvieran el oído tan fino no. Bajé rápidamente de los lomos de Saltarina e intenté ayudar al pequeño con mis mejores hazañas, que eran pocas las que había podido aprender a mi corta edad. Aunque creo que me fueron suficientes. Con una sola sonrisa conseguí mi objetivo. Nada me podía reconfortar más en ese momento que poder ayudarlo y ver una sonrisa en su cara. Me contó que se había perdido y que no encontraba a sus padres (debían ser un estilo a los míos, pensé). Yo le propuse si quería venirse conmigo y por supuesto aceptó.
El tiempo transcurría rápidamente. Parecía que habían pasado escasos minutos pero por sorpresa nuestra pronto empezó a anochecer. Así que tuvimos que buscar cobijo. En ese caso encontramos una cueva. ¿Tendríamos que pasar la noche ahí?, me pregunte. Nunca antes había dormido al raso a pesar de vivir en el campo. Eso sí, estaba en buena compañía. Con mis dos mejores amigos; porque ahora ya eran dos.
Es una historia corta y que puede parecer “tonta”, pero este hecho significó mucho en mi vida. Aprendí a cuidar de los demás i a comprenderlos. Reflexioné y pensé que a partir de ahora, si mis padres no se acercan a mí, debería acercarme yo a ellos. El cariño y la relación, es de las cosas más importantes en una familia. Así que yo también debía contribuir a mejorarlo.
Al final el niño, Carlos, vivió una temporada en mi casa hasta que dimos con sus padres que lo habían echado mucho de menos y no habían parado hasta encontrarlo. Los míos, en cambio, parecía haberles dado lo mismo que su hija hubiera pasado una noche fuera de casa sin saber dónde y sin que les hubiera avisado. Tampoco se acordaron de mi cumpleaños.
En fin, tenía que cumplir con mi prometido si quería mejorar la relación y llegar a significar algo más para mi familia. No era una cualquiera, sino que era su hija.
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